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—Chapter II: I do

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Mensaje por Maddox P. Helmund Jue Jun 08, 2017 5:28 am

El cabello peinado, afeitado sin un solo pelo que pudiera escapar de la perfección de su quijada. Arreglaba el corbatín en el cuello en un tono negro bastante tradicional. La camisa impecable y, en general, un atuendo digno del que debía ser uno de los días más importantes de su vida. Se miraba en el espejo del sitio. Todo estaba organizado en un salón de reuniones, aunque modesto, tenía todo lo necesario. El día de su boda había llegado y Maddox estaba ansioso. Aunque no perdía de vista que lo suyo era un beneficio más para las familias de ambos que para ellos mismos, nunca olvidaba que debía sacarle el mejor partido a tal situación, y esa misma preocupación se la había hecho saber a Kardia a fin de que pudieran convivir con algo de paz y, con suerte, por lo menos tenerse cierto aprecio. Lejos de las tradiciones heterosexuales de que los novios no deben verse antes de pasar al altar, la distancia entre ambos iba más a sus respectivos padres, lanzando cada uno a su modo, diferentes frases que solo incomodaban.

Maddox si con las justas hacía oídos a su padre, quien se casó en circunstancias similares, no obligado, pero sí sin conocer demasiado a quien sería la madre del tatuado unos años más tarde. Curiosamente, era un hombre que vivía tranquilo, más no feliz, tal vez resignado a seguir en ese matrimonio por el temor a no saber qué hacer de su vida una vez que dejara las empresas en manos de su único hijo. A pesar del cariño y respeto a su padre, el tatuado solo pensaba en él y en su casi esposo ¿Qué estaría pensando Kardia en ese momento? Nadie está listo para casarse si es que es obligado a ello, pero él comprende que para el menor, por su edad, el matrimonio es algo lejano y a veces no deseado. De seguro estaba más contrariado que él, a pesar que ambos estaban en buenos términos por el momento. Respiró hondo, sin dejar de mirarse, como si pensara que su reflejo podía decirle algo que le hiciera estar más tranquilo. Su padre le brindó algunas palabras de aliento. El hombre mayor tenía razón en que la convivencia era lo importante y que ese día, al final de cuentas, no era más que una ceremonia. Las cosas no cambiarían, según él. En parte tenía razón, pero para Maddox, ser el esposo de alguien era una gran responsabilidad, además del significado de darse el sí frente a un altar.

La matriarca Helmund hizo su entrada, avisando de que todo estaba listo y que debía proceder al altar. Con la excusa de evadir una ceremonia religiosa que nada tenía que ver con él, Maddox pudo hacer que no mucha gente asistiera, más que nada familiares y uno que otro amigo de tiempo. Por un lado deseaba que todo terminara rápido y por otro, no quería que fuera algo que olvidara así como así. Su cabeza era un desastre. Mejor era solo salir y hacerlo.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Jue Jun 08, 2017 11:53 am

El día cero llegó. Así lo tenía puesto Kardia en su calendario porque supondría el fin de su vida tal y como la conocía para iniciar una completamente nueva. El breve periodo de convivencia con su futuro esposo le sirvió para ver cómo sería su día a día. Maddox seguía imperturbable con él en su afán de que todo fuese cordial, siendo amable con él. Por las mañanas, el menor iba a clases en su antiguo instituto ya que el chófer se encargaba de llevarlo, a pesar de que le pillaba algo lejos. Los desayunos nunca los compartía con el gorilote porque entendía que tenía asuntos empresariales que atender y que llevaba otro ritmo. Aunque estuviese por esas horas en la casa por norma general, o estaba en conferencia con clientes o con asociados. Luego comía en la escuela y volvía, para descansar un poco y realizar sus tareas. El de ojos verdes se dejaba caer en su habitación para preguntarle cómo le fue el día. Luego cenaban juntos y compartían cordiales palabras, para terminar yendo cada uno a su cuarto a atender sus cosas o compartía un poco más de tiempo frente al televisor. Una vida de comodidad. La rutina se rompía con esporádicas salidas cuando los horarios de ambos lo permitían. Más el del menor por sus exámenes, ya que el otro al acomodarlo todo por la mañana, a la tarde estaba algo más libre.

Kardia podía acostumbrarse a esa vida de comodidad. En el salón de celebraciones la gente entraba y salía, se sentaba. En el reservado para él, su madre le terminaba de acomodar la ropa porque se negó en rotundo a que el modistillo lo ayudase a vestirse. Odiaba a ese hombre por ser tan estúpido. La madre le acomodaba las telas para que luciese perfecto, y luego le acomodaba los cabellos para que pareciesen desordenados pero bien, acomodando la ondulación de su flequillo. La camisa blanca le ajustaba su delgado cuerpo, al igual que los pantalones, el fajín negro como la pajarita y la chaqueta en granate con solapas y puños negros. Su madre le besó la frente y le dijo lo orgullosa que estaba de él, al igual que su padre. Debían salir y enfrentarse a lo que venía.

La señora Kathalaki lo llevaba hasta al altar del brazo, con multitud de caras que no reconocía mirándolo fijamente. La ceremonia en sí era pequeña, íntima, pero la parte de los Helmund era mayoritaria, y por tanto, Kardia no los reconocía ni lo haría en mucho tiempo. El juez que oficiaría el evento estaba ya preparado para unirlos en matrimonio civil. Daba gracias que fuese algo laico porque la religión le provocaba urticaria. Y ahí estaba él sólo, tragando saliva, con el corazón latiendo a mil, nervioso porque cuando firmase el papel su destino estaría sellado de por vida. Abstraído en esos pensamientos, no se dio cuenta de que el otro se colocaba al lado. El menor lo miró de arriba a bajo, quedándose con todos los detalles de su vestuario.

Muy elegante —concedió volviendo a mirar al frente. Ese hombre en traje ganaba mucho, con apariencia seria, sexy, hasta morbosa. Seguro que en traje había tenido mucho sexo en su despacho con chicos aleatorios. Se agarró las manos para que dejasen de temblar un poco, mientras el juez comenzaba su retahíla. Ya no había vuelta atrás, por mucho que quisiese salir corriendo de allí.


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Mensaje por Maddox P. Helmund Jue Jun 08, 2017 6:16 pm

Asomó su cabeza por la puerta, mirando rápidamente toda la organización hecha por su madre en esa modesta sala de eventos. No estaba mal, que casi le había suplicado que no fuera escandalosa en la decoración. Realmente tenía solo lo necesario para cumplir con el matrimonio y ser un poco agradable a la vista. Los invitados hablaban entre ellos haciendo sonar sus voces en un mar de sonidos que no era fuerte, pero sí un tanto intimidante. Tragó saliva y abrió la puerta, saliendo al encuentro de lo inevitable. Los ojos ajenos se pusieron encima de él de inmediato.

Avanzó hasta el altar, saludando con la mirada a cuanto rostro le fuera familiar. Pocos de los presentes eran cercanos a él, la mayoría siendo parientes que de seguro su madre había conseguido ubicar y que no recordaba si no de muchos años atrás. Se quedó de pie frente al juez, con su casi esposo al lado. Le gustaba mucho cómo estaba vestido - Gracias. Ese color te sienta muy bien - Admiraba el sentido de la moda de Kardia al momento de escoger colores, sobre todo en algo tan alejado a su estilo, como le parecía, el hecho de vestir de traje. El juez comenzó con el protocolar discurso, mientras una serie de ideas rondaban por la cabeza del tatuado. Apostaba a que el menor, por igual, tenía muchos pensamientos por su cuenta. El tiempo que habían compartido había servido para que ese día, todavía un tanto nefasto, fuera lo más llevadero para los dos. De todos modos sabía que Kardia preferiría estar lejos de aquello, disfrutando de su libertad, por lo que era mejor solo continuar y esperar lo mejor.

Su mirada, completamente distraído de lo que el juez decía, fue hacia las manos de su futuro esposo. Temblorosas, le tomó una a ver si es que lograba calmarlo, acariciándola suavemente con el dedo pulgar. Ambos tenían vidas muy diferentes y, objetivamente, el casarse era algo más complicado para Kardia que para él. Habían logrado congeniar un poco más en los días anteriores, aunque muchas cosas eran claramente diferentes a lo que una pareja tradicional hacía antes de casarse, sobre todo cuando hay poder de decisión de por medio. Las tardes las pasaban juntos y con más frecuencia los fines de semana. Kardia iba a la escuela y Maddox trabajaba desde casa la mayor parte del tiempo. Ya desde hacía unos meses, tiempo en que tenía idea de que sería obligado a casarse, organizó sus cosas para salir de casa lo menos posible. Sin embargo, nada de lo que pudiera haber planeado le preparaba para un momento como ese ¿Por qué estaba nervioso? Quizás porque era un matrimonio a fin de cuentas, algo que se asume importante. Para el tatuado lo era. Era en ese instante en que el verdadero reto empezaba.

Con todos los sentimientos encontrados posibles, la frase necesaria le salió de los labios sin titubear - Acepto - Mencionó claro y fuerte. Solo quedaba la respuesta de Kardia una vez que el juez terminara su propia intervención ¿Sería capaz de negarse? Imposible no era.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Jue Jun 08, 2017 8:02 pm

Kardia asintió agradecido al cumplido del tatuado sobre su vestimenta. Normalmente Kardia no salía de los tejanos, camisetas blancas más anchas que una vela de barco y las cazadoras negras, porque siempre iba de negro al ser el color que mejor iba con su tono de piel blanco cadáver, pero aceptaba que de vez en cuando un cambio no venía mal, un cambio como ese. Al igual que el negro, realzaba su tonalidad, sus rasgos, y además aportaba una gota de color al conjunto. Al parecer tenía mejor gusto que el modistillo, quien en su día prefirió una combinación de tonos pastel que nada tenían que ver con él. Claro, pastel, colores que simbolizan la virginidad del omega, porque los omega solo somos eso, personas a las que dar sexo y hacerles hijos, pensó en su día. Esa combinación sería mejor y representaba bastante bien su personalidad, sin mencionar que le acomodaba.

Los pensamientos no dejaban de bombardear su cerebro de manera nociva. Algunos de los misiles le decían que huyese, que estaba a tiempo de ganar la puerta y correr; otros que cumpliese su puesto de esposo sumiso y callado; pero las explosiones más poderosas las protagonizaban los obuses que propugnaban el ponerse nervioso, temblar, y no montar un espectáculo desagradable a la comitiva que los acompañaría durante todo el día. Suspiró pesadamente, despacio, luchando para que no se le notase el nerviosismo y el temblor porque su orgullo adolescente no podría soportar la humillación. El tatuado, más avispado de lo que parecía tal y como le demostró aquellos días de convivencia, se dio cuenta de su debilidad al punto de que lo cogió la mano. Seguro que la matriarca Helmund estaba gozando con ese gesto de unión y prosperidad. Kardia no lo sentía así, más bien parecía ser un aliciente para que su corazón palpitase más deprisa. A pesar de esos latidos desbocados que parecían decir lo contrario, el tacto lo calmó bastante.

Acepto. —El momento previo a mencionar la palabra fue eterno, tenso, duro. Sintió una gota salvaje de sudor recorrer su nuca, las centenares de miradas clavadas en su espalda esperando que la dijese, la mirada paternal del juez que al parecer se creía con la potestad de hacer cualquier cosa por su posición civil. Al fin, cuando pronunció la llave de su nueva vida, sintió cierto alivio en el pecho, como si una pesada roca se le fuese removido. Pero el juez todavía tenía que decir el tan temido: yo os declaro cónyuges, unidos legalmente en matrimonio. Podéis besaros. El menor se giró para verlo al otro, tan alto, tan imponente, tan musculoso, sintiendo que lo penetraba con la mirada, porque Maddox tenía una de esas miradas que te atravesaban como un cuchillo sin quererlo. Kardia cerró los ojos, se puso de puntillas y lo besó en los labios. Para su sorpresa, los encontró suaves, cálidos. Creía que todo quedaría en un beso superficial hasta que el otro introdujo salvajemente la lengua en su boca. El moreno se quedó quiero, sin saber bien qué hacer con la lengua del extraño en su boca, esa lengua húmeda, sabrosa, que lo hipnotizó hasta que acabó por ceder y le envolvió el cuello, utilizando su propia lengua para saborear la boca contraria hasta que el tiempo de cortesía pasó y tuvieron que separarse; el menor con claro sonrojo. Los aplausos sonaron, los silbidos tronaron y el momento de la fotos llegó mientras los camareros se apresuraban por colocar los primeros platos en las mesas. Kardia estaba aturdido y se limitaba a posar con la mirada perdida en la cámara, su ahora esposo al lado y gente que posaba y luego se retiraba. Seguía abstraído por ese beso.
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Mensaje por Maddox P. Helmund Vie Jun 09, 2017 12:21 am

Sintió que el peso más grande que hubiera cargado en su vida se esfumaba con una sola palabra. Juraba que hasta podía escuchar a las respectivas madres suspirar de alivio al saber que Kardia no escapaba a ese destino que se formaba a causa de ellas. Quizás era solo otro juego de su mente, o no. En ese momento, por sugerencia del juez, tocaba el ceremonioso beso. Miró al menor como si esperara algo a través de sus ojos. Veía cierta vulnerabilidad, tal vez causada por estar en esa situación que se pintaba inevitable, mucho menos ante sus respectivas palabras. Fue iniciativa ajena que sus labios se unieran al poco tiempo de dada la indicación. Maddox no pudo resistirse. Esos delgados labios, tersos, como si no hubieran besado nunca, fueron más de lo que hubiera deseado a fin de mantener cierto control y cordura en un evento que parecía obligarlos a cierto protocolo. Abandonó todo ello cuando utilizó su lengua para manifestar su deseo. Al carajo con los modales y las caras que de seguro recibía por parte de los más mayores al no limitarse a un beso más recatado. Con los ojos cerrados, solo pudo sentir la lengua de Kardia enredarse con la suya, además de los brazos ajenos colgándose de su cuello.

Justo cuando sus manos amenazaban con posarse en las caderas del menor, estallaron los aplausos como un llamado a la realidad. Sonrió algo nervioso, puesto en evidencia en un acto que fue inesperado, aunque en extremo placentero. Quedáronse en el altar por unos minutos más para las fotos con los padres. Luego se les invitó a pasar a la mesa principal, separada para ellos y sus padres. Los meseros repartían los platillos de comida a las diferentes mesas, mientras los invitados empezaban a socializar de diversas maneras, principalmente por diferencias en edad. Fotos iban y venían, cortesía de su madre que había contratado a un fotógrafo solo para ello. Trataba, en lo posible, de parecer que no tenía ganas de matarlo, que estaba peor paparazzi con la última celebridad del momento. Imaginaba que para Kardia podía ser solo peor. Se acercó al oído de su madre, quien estaba a su derecha - ¿Por qué no llevas a los señores Kathakali a conocer los primos? Ya son parte de la familia - Por supuesto que su madre no perdería la oportunidad de ventilarse en cualquier actividad social. Asintió emocionada, casi llevando a su esposo arrastrado al tomarle la muñeca, cuchicheando con la ahora suegra del tatuado. Con ello, la mesa quedaba despejada para ellos, salvo por el fotógrafo - Te agradeceré que tomes muchas fotos a mi madre - Dijo amable al que portaba la cámara, dejando un billete de alta denominación en su bolsillo frontal.

Algunos platillos fueron puestos frente a ellos, justo cuando ya nadie los rodeaba, pareciendo que tenían muchas mejores cosas que hacer. Bien por ellos - Cuando uno piensa que estar en el altar es lo más estresante, falta todo este protocolo - Manifestó un tanto bromista a Kardia, todavía mirando a todos lados para asegurarse de tener alguna frase amable que espantara a cualquiera que se quisiera acercar a ellos. Por debajo de la mesa, tomó de nuevo la mano de su esposo - Todo esto se acaba en poco y volveremos a casa como hemos hecho hasta ahora - Era lo más que podía ofrecerle, la calma de que las cosas no tenían que cambiar, por lo menos no para mal.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Vie Jun 09, 2017 1:32 am

Kardia se sentía un par de centímetros sobre el suelo. ¿Por felicidad? No. ¿Por entusiasmo? Tampoco. ¿Por el agobio? Exacto. Tantas fotos de golpe, tanta gente desconocida dándole besos y pidiéndole fotos, presentándose, dando indicaciones a qué parte de la acaudalada familia Helmund pertenecía, o a qué negocio... Todo aquello lo turbaba y lo hacía sentirse como en una nube de caras fugaces y apretones de manos, llegando hasta tener la sensación de que estaba drogado. Demasiado de golpe para un chico tan joven que lo único que quería era largarse de allí, ponerse el pijama y meterse en la cama hasta el día siguiente. Después de la numerosa parte del alfa, tocó por añadidura recibir el mismo trato por los que iban de su parte. Estaba alcanzando tal punto que simplemente se dejó mover a la mesa principal como un muñeco. Sentado en su silla de honor, lo primero que hizo fue coger una copa, llenarla con agua fría y beberla de un trago, hasta que los meseros trajeron el vino e hizo lo mismo. Tenía diecisiete, pero al estar casado pasaba a ser legalmente emancipado. No se emborracharía ese día, sólo necesitaba un pequeño empujón para superar ese agobio.

Como tenga que sufrir otra ronda de felicitaciones como la de antes creo que vomitaré... —respondió con seriedad, ya que en momentos de estrés máximo su cuerpo solía responder de esa manera. Aunque la gente solía hacer aquello después de la comida, Kardia se quitó de una vez por todas la chaqueta y la pajarita, desabotonando los dos primeros botones. La camisa, al ser algo regia no se entreabría y mostraba su piel blanquecina, pero al menos, que era lo importante, ya no sentía esa presión y podía respirar mejor—. Sí, a casa... ¿Te ha dicho ya tu madre dónde nos vamos de viaje, o dormiremos? Si has logrado que esta noche nos deje pasarla en casa será todo un logro... —Respondió el apretón de manos haciendo presión fuerte para que viese que agradecía el gesto, pero lo soltó al poco porque no estaba para soportar demasiado contacto físico. El chico apenas probó bocado en la comida, lo poco que comió fue por la insistencia de su suegra, porque decía que "con ese cuerpo tan delgado luego le costaría parir a los hijos". Como buen esposo, rió las gracias como si fuesen chistes aunque en realidad quisiese clavarle un cuchillo en el ojo a la doña. Cuando estaban sirviendo el postre, antes de que le hincasen el diente. la matriarca del clan adinerado se puso de pie y reclamó la atención de todos, puesto que iba a tener lugar la tradición.

Del bolso sacó una caja con dos anillos dorados en su interior, con una notoria diferencia de tamaño. Las manos de Kardia eran de muñeca en comparación a las de Maddox, que eran fuertes y grandes. Siguiendo las instrucciones que dictaba la doña, se pusieron mutuamente los anillos en el dedo anular mientras decían sus votos que, como no, ella había escrito recalcando la importancia de tener hijos. Como si el moreno fuese sólo un útero con patas. Al término, entre una nube de aplausos, se besaron de nuevo por segunda vez en el día y en su relación hasta el momento. Kardia se mostró más participativo en esa ocasión. Después de aquello, además, se le fue entregado un viejo anillo de plata con un zafiro que pertenecía a una antepasada de Maddox. Por su diseño femenino acabó por colgárselo del cuello junto a una cadena que la mujer se encargó de colocarle. Y entonces, después del postre, tocaba el momento tarta, porque con un dulce no era suficiente. Fueron arrastrados hasta la tarta, cogiendo la espada entre ambos, posando para varias fotos.

Te juro que voy a clavarle la espada al fotógrafo en el culo como no deje las malditas fotos. Se ve que no tuvo suficiente con tus billetes.

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Mensaje por Maddox P. Helmund Vie Jun 09, 2017 2:37 am

Asintió con cierta pena. Era más que obvio que su madre había sugerido más de un paraje exótico que, resultado de ser comentado por las fotos que esperaba recibir, fuera la envidia de todas las señoras de sociedad con las que se codeaba. Aunque ningún sitio era como para ser rechazado, tomando en cuenta que Maddox no había viajado tanto como quisiera o se lo permitieran sus posibilidades, no se le antojaba hacerlo solo por complacer a su madre. Sería algo que guardaría para que tuviera el valor necesario para ambos, para él y su esposo - Me ha sugerido por lo menos 10 lugares, incluyendo todos a los que se fue cuando se casó con mi padre, pero sí, la he convencido de que haremos eso luego, que todavía me quiero acomodar a la vida de casado - Aquello no era del todo una mentira. Si bien un viaje no vendría mal, a fin de distraerse y ser la excusa perfecta para no tener que ver a sus familiares por un par de días, lo haría sin ojos que los vieran y que esperaran exactamente eso de ambos.

Había olvidado por completo la tradición de los anillos de los que su familia tanto se enorgullecía. Repitió los votos tan solo por cumplir, solo por el hecho de que no era lo que él hubiera escrito de saber lo que iba a pasar. El anillo de zafiro le era bastante familiar, y mucho más significativo que los anteriores. Era de una antepasada que nunca pudo conocer pero que vivió en la mente de Maddox gracias a su abuela, quien de seguro añadía una que otra historia inexistente a fin de hacerla entretenida para el aquel entonces pequeño. Le recordaba a esa anciana mujer, madre de su madre a quien tanto cariño le tomó. Posaron para las fotos, con la tarta lista para ser cortada por ambos. No pudo si no reír con lo que Kardia le dijo - Son solo unas más. No creo que no haya manera de convencerlo de evitar los momentos claves de todo esto - Era curioso cómo ambos mantenían una falsa sonrisa que quizás sería convincente para propósito de las fotos, pero que no revelaban, por suerte, lo que en realidad decían o pensaban. Acercó sus labios al oído de Kardia. Los presentes de seguro pensarían que le decía algo amoroso o incluso de índole sexual, creyendo que tras toda la ceremonia les esperaba su tórrida noche de bodas como buenos nuevos esposos - No lo vayas a matar cuando nos tome fotos bailando... Porque sabes que eso es lo que sigue ¿Verdad? - Era mejor decírselo a que le tomara por sorpresa, por más que era la clase de exhibición que el menor evitaba a toda costa.

Ahí, de pie, empezaron a comer del mismo pedazo de tarta que acababan de cortar, dejándose fotografiar un poco más por casi todos en un mar de flashes que parecían amenazar su visión. Lo siguiente fue que, esta vez, la madre de su esposo los animara a "abrir" la pista de baile - Ojo que esta vez fue idea de la tuya - Trataba en lo posible de hacer divertido el momento, aunque de seguro no lo conseguiría en un sitio como ese. Un tradicional vals empezó a sonar con la orquesta que se había mantenido en bajo volumen hasta ese instante. Hizo un gesto con los labios, con una media sonrisa, a Kardia, esperando complicidad para empezar con el baile.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Vie Jun 09, 2017 1:28 pm

Sintió un profundo alivio cuando le confirmó que aquella noche la pasarían en la casa y que el viaje se haría más adelante, en caso de que se hiciese porque podría ser la típica cosa que se va posponiendo, mas sus padres no permitirían tal cosa posiblemente. Lo último que le apetecía a Kardia era viajar, ya fuese al Caribe, a la Ruta del Inca, Europa o a la mismísima Antártida. A lo mejor a la mañana siguiente se despertaba y opinaba lo contrario, pero en esa situación lo único que quería era enterrarse en mantas ahora que su cuerpo se había acostumbrado a dormir allí, toda una proeza porque solía ser de esas personas que extrañaba. En cualquier caso, de ir a algún lugar paradisíaco, posiblemente no dejarían de exigir fotos y no precisamente del paisaje. Fotos de ambos en el típico chiringuito de playa, foto de ellos en el hotel, en la piscina, tomando un helado, a fin de reforzar la idea de que era un matrimonio feliz y genuinamente enamorado aunque no fuese precisamente de aquella manera. Todos parecían olvidar que aquello surgía de un arreglo matrimonial que como si de la Edad Media se tratase.

A partir de leer los votos tendría que llevar ambos anillos le gustase o no, ya que capaz era la doña de dejarse caer una mañana temprano para ver si los portaba desde primera hora del día. Un chico de diecisiete años no tenía que llevar un anillo de oro puro en el dedo anular para indicar que estaba casado; debía estar en el cine con sus amigos, bebiendo a la salida del mismo, y comiendo hamburguesas que jamás se le acumulaban en el culo por la genética que le había tocado—.Es cosa de ambas madres, pero más de la tuya. Quieren un álbum lleno de fotografías para quedar con sus amistades a tomar té y presumir de nuestro matrimonio, porque tú te llevas un fértil omega y yo un fogoso alfa. Se supone que somos la cumbre del éxito. —Añadió una falsa sonrisa hacia la foto número trescientos del momento tarta—. Si alguna vez llegamos a tener algún hijo, no quiero ni pensar como se pondrán. Capaz veo de que contraten a un fotógrafo para fotografiar cada día y cada paseo, como si un matrimonio joven no pudiese hacer nada más. —Suspiró, atravesando esa torre de merengue y azúcar con la espada, por fin, tras tantas fotos—. Me hacen sentirme un poco objeto, y que tú te veas también como uno.

Se enganchó a su ya esposo, de la misma manera en la que él se le enganchó, con esa pequeña sonrisa capaz de derribar edificios—. Sí, lo sé, luego me encargo de matarla. —Cuando el mayor le recordó que ese momento también estaba por llegar le dio por temblar. No solo por el momento, sino por el aliento contrario rozando su cuello y oreja, cosa que lo volvió vulnerable durante unos breves instantes. Kardia se movía al ritmo del vals, hasta que su nivel de impaciencia alcanzó el punto crítico y esperó a que cambiase la música a una más lenta. Entonces, se abrazó al enorme cuerpo del contrario y se escondió en su pecho—. Échale fotos a mi culo, imbécil —bufó con hastío, con ganas de coger la cámara y estamparla contra una pared. El hombre siguió reflejando la tierna escena, con suspiros de nostalgia del público. Así, al menos, no veía a ese hombre. Los invitados empezaron a exigir un beso de novios que tuvieron que darse antes de ser atravesados por miradas láser. En ese momento, tuvieron un ligero momento de libertad que Kardia aprovechó para volver al asiento—. Te juro que cuando llegue a casa voy a necesitar masajes en pies y espalda. —Se quejó, observando a todo el mundo bailar con copas en la mano. Un camarero le sirvió un cóctel que era azúcar puro—. Esto es demasiado dulce, no me gusta. Para ti. —Se lo dejó en las manos al tatuado. Que hiciese el papel de marido y tomase lo que él no quería—. ¿Cuánto tiempo piensan nuestros padres alargar la cena?
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Mensaje por Maddox P. Helmund Dom Jun 11, 2017 8:22 pm

El baile comenzó y, tal como esperaba, la respuesta de su esposo no fue negativa. Podía decir todas las frases que quisiera, maldecir cuanto pudiera, pero nada le quitaba de la cabeza a Maddox que Kardia cedía poco a poco. Antes ni lo hubiera podido tocar de esa manera, aunque fuera solo para bailar. La mano que se apoyaba en su espalda fue subiendo hasta su nuca, justo cuando el menor se apoyaba en su pecho. Todo lo que hubiera pensado antes cambiaba de sentido. Quizás, a su manera, el joven necesitaba cierta protección y caía en Maddox proveerla ¿No era eso parte de lo que significaba ser una pareja? Tras el siguiente beso exigido por los invitados, estos empezaron a bailar, dando tiempo a los novios de sentarse por un momento - Pues para eso soy tu esposo ¿No? - Dijo con cierta sorna, aunque era algo que no negaría hacer si el otro lo necesitaba. Miró el cóctel, dándole una probada luego de que Kardia lo rechazara. El tatuado lo probó, dándole su apreciación. Tenía una debilidad por los licores dulces, rezagos de su adolescencia cuando el azúcar era la mejor manera de esconder la cantidad de alcohol que necesitaba para ponerse un poco ebrio.

Retiró la copa de sus labios de golpe ante lo que decía el menor - Iré a hablar con el de la orquesta - ¿Por qué dejaban que sus padres manejaran lo que pasaba? Ellos no eran los que se estaban casando. Se puso de pie y avanzó hasta uno de los que tocaba, asumiendo que podía pasar el mensaje a los demás. No cortarían todo de golpe, pero lo suficiente para que se entendiera que era hora de proseguir. Luego fue con su madre, solo para que no hiciera una escena cuando se diera cuenta de lo que sucedía - Va a terminar esta canción y empezamos a comer. Estoy algo cansado y quisiera regresar a casa con Kardia - Dijo, suponiendo que su madre le haría más caso a él que si decía que era su esposo quien requería descanso e incluso un masaje. Por suerte, su madre le creyó, con ese rostro de preocupación que cada millón de años lograba poner. Asintió a lo que pidió su hijo y con una caricia en la mejilla y un beso en la misma, lo invitó a sentarse con su esposo, que según ella debía cuidarlo desde ese momento - Listo - Le dijo a Kardia, justo a tiempo para que la orquesta supiera dar a entender que era hora de pasar a lo siguiente. Los camareros empezaron a pasar los platos fuertes, lo que marcaba el inicio de la cena y, quizás, lo más calmado de toda la ceremonia. A medida que la cena terminaba, algunas personas empezaban a abandonar el local, previa despedida y foto con los novios.

Al paso de casi una hora, quedaban nada más que familiares. Maddox se estiró un poco y tomó su saco, el que había dejado en el espaldar de la silla por pura comodidad - Creo que nos vamos yendo - Le dijo a sus padres, quienes se apresuraron a despedirse de ambos. El tatuado hizo lo propio con sus suegros - Te espero en la entrada, por si quieres decirle algo a tus padres - Era más que seguro que Kardia no les tenía demasiado aprecio por el modo en que lo habían "ofrecido" en matrimonio, pero si quería tener algunas palabras con ellos, no se lo iba a impedir. Salió colocándose el saco en cuanto un golpe de frío hizo contacto con su cuerpo.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Dom Jun 11, 2017 11:26 pm

Sí, para lo bueno y o malo era su esposo ahora y, como tal, debía responder. En suposición, por supuesto, ya que después de todo eso seguía siendo un matrimonio concertado, obligado y planeado. No negaría Kardia que estaba tomando algo de confianza con ese empresario de ojos verdes porque, por el momento, no se comportaba de manera despótica. Los alfa que trataron con él antes (entiéndase, en conversaciones o en eventos) se mostraron en todo momento como ególatras incapaces de ver más allá de sus gordas pelotas. Maddox, por el contrario, se mostraba amable, comprensivo, y paciente, porque se necesitaba mucha paciencia para torear a un temperamental como el adolescente; de ahí que poco a poco se dejara proteger por el otro. En la terminología de su estatus, que un omega se dejase proteger por un alfa iba más allá de la simple apariencia, puesto que en cierto modo a nivel biológico unos estaban programados para proteger y los otros para ser protegidos. Alzó una ceja cuando el otro marchó, sin saber muy bien a qué.

Gracias —confesó de corazón, estaba deseando volver a la comodidad de su hogar. Una boda que se extendía desde la mañana hasta la noche, como debía ser para alguien de esa categoría, un hartazgo para cualquier persona con sentido común. Kardia apenas probaba la cena por lo hinchado que estaba de la comida anterior. Derroche, despilfarro, supremacía. El salón se iba vaciando de apoco y eso hizo un poco más feliz a Kardia porque significaba que se iban pronto. Asintió a lo que le dijo su ya esposo. Primero se despidió de los suegros, y luego de sus padres a los cuales trató con cortesía y cordialidad por ser quienes eran. Una vez en la calle se dejó llevar hasta la casa.

Voy a necesitar pasar por una picadora de carne para que se me quite el dolor de espalda y pies —comentó mientras entraban para dirigirse directamente hasta el que era su cuarto, desabotonándose camisa y desenlazando la corbata. Cuan grande fue su sorpresa al ver que estaba vacía salvo por el escritorio, el ordenador y sus posesiones de la escuela. Ni armario ropero, ni cama, ni sofá. Una idea demente se le cruzó por la cabeza, llevándolo hasta el dormitorio principal, el de Maddox, donde encontró velas encendidas. Obviamente por cosas de la doña. Lo observó desvestirse un momento antes de acercarse al armario, abrirlo y observar su ropa ahí colgada junto la de su esposo. Bufó acercándose hasta la cómoda, abriendo para observar la ropa interior del contrario. Abrió otro cajón y, además de sus propios calcetines y bóxer, vio toda una suerte de tangas y suspensorios. Cogió uno, estirándolo, observándolo a la luz de las velas—. Tu madre se ha tomado en serio lo de la noche de bodas. Me ha desmantelado el cuarto y mi ropa está aquí. Y algún que otro regalito. —Le lanzó la prenda a la cara antes de tumbarse bocarriba en la cama y quitarse los zapatos que cayeron al suelo. Se estiró en la cama—. ¿Ahora qué?
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Mensaje por Maddox P. Helmund Lun Jun 12, 2017 11:28 pm

El camino a casa se hizo rápido luego de que Kardia tuviera algunos momentos para despedirse de sus padres. Ya ambos fuera, solo quedaba manejar hasta la casa - Espero que mis masajes se acerquen un poco a lo que necesitas - Mencionó con la vista en el trayecto. Llegaron en poco tiempo, subiendo de inmediato a sus respectivas habitaciones. Empezó a desabotonar su camisa cuando su esposo se apareció de la nada, dirigiéndose al armario para algo que todavía desconocía - ¿Necesitas algo con mis... - Interrumpió al acercarse a ver el motivo por el cual tenía que revisar el cajón de su ropa interior. No había nada que ameritara recelo, pero husmear en interiores ajenos era, por lo menos, un tanto particular. Reconocía prendas que no eran suyas, luego caminando al armario, dándose con la misma sorpresa. Las velas alrededor no tenían nada que Maddox hubiera considerado especial, aunque con el detalle de la ropa ya todo cobraba más sentido - Demasiado en serio - Tomó la ropa interior que cayó en su rostro, revisándola. No le quedaría mal a su esposo, que si algo tenía su madre era esa capacidad de acertar las tallas de ropa con tan solo ver a alguien, aunque eso no fuera algo que le diera permiso a mover las cosas de un lado a otro.

Déjame ver... - Dijo saliendo de su habitación para ver la de Kardia, como esperaba, vacía salvo una que otra cosa. Suspiró decepcionado de su madre y que hubiera hecho algo así sin consultarle antes. Realmente aquella mujer se superaba a sí misma en cada oportunidad y no en el buen sentido, por lo menos para ojos de su hijo. Regresó a su habitación y sacó una manta gruesa de uno de los cajones - Ahora es algo tarde para poner la cama y todas tus cosas de vuelta. Puedes dormir acá por esta noche y iré al sofa-cama de la sala. Ya mañana arreglo tus cosas en la otra habitación - Esperaba que su madre no hubiera tenido la osadía de botar la cama y el armario de aquella habitación. Al día siguiente podría ocuparse de ello. Por ahora necesitaba relajarse un poco, por más complicado que sabía que era si su madre se la iba a pasar inmiscuyéndose en su vida a cada oportunidad que tuviera - Iré a darme una ducha en el baño de afuera. Puedes usar el de acá y seguro te ayudará con el dolor de pies y espalda. Cuando termine te doy el masaje que te prometí - Hubiera deseado decir aquello con más ánimos, pero era un tanto difícil en ese momento. Buscó algo de ropa para cambiarse y salió hacia el pasillo principal, en dirección al cuarto de baño.

A mitad de camino, sonó su móvil. Suerte que siempre lo llevaba cuando se duchaba - ¿Aló? - Era su madre, orgullosa de su propia "sorpresa", esperando halagos de su hijo por lo que había hecho en su casa - No, mamá... Desde mañana cambio las llaves de la casa. Esta ahora es mí casa y de Kardia, y si vas a venir tienes que avisar como cualquier otra persona. No quiero que vengas cuando se te antoje o cuando estés aburrida, que luego me entero de que cambiaste algo - Su madre, terca como ella sola, seguía empecinada en que hacía bien, que empujaba a su hijo a lo que ella consideraba como un matrimonio modelo - Eso lo decidimos nosotros, no tú. Ya te diste el gusto que me case, ahora déjame hacer mi vida con Kardia en paz, por favor - La madre no cedía, pero solo por un momento, quizás por la hora o el cansancio, dejó que su hijo decidiera sobre lo que deseaba hacer. Se despidió de Maddox y colgó. Un hondo suspiro salió de los labios del tatuado. Apagó el móvil y lo dejó en una mesa del pasillo. No quería tener que ver con su madre por lo menos por unas horas. Ya en el cuarto de baño, tras desvestirse, el agua tibia tendría la dura tarea de suavizar sus tensos hombros.
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Mensaje por Kardia B. Kathakali Mar Jun 13, 2017 12:28 am

La prisa por la unión carnal, y por ende, la consumación del matrimonio parecía desmedida aojos de Kardia, al llegar al punto de desmantelarle la habitación para que durmiese en la cama de matrimonio. La mezquindad de su suegra no conocía límites al parecer, y sí era mezquindad porque aprovechaba su posición para hacer lo que le entraba en gana sin preguntar a los afectados. Maddox se fue de la habitación y lo dejó solo. Despacio, se fue quitando todas las telas que componían su traje de novio, que eran varias capas, hasta quedar desnudo. Todo ello lo metió en el cesto justo cuando oía a su esposo hablar por teléfono. Se oía desde allí, al parecer el suceso cabreó bastante al tatuado, lo cual hizo pensar a Kardia que se preocupaba por él. Más que cabreado, Kardia estaba cansado de esa mujer, llegaba el punto que le daba igual, sólo quería vivir su vida.

Dejó que el agua se llevase todo aquello y relajase su cuerpo. Chorros de agua cristalina lo golpearon desde varios ángulos por todos los lugares gracias a esa ducha. Se notaba el dinero, puesto que jamás había sentido un hidromasaje en su vida, el cual le ayudó en parte a aliviar la tensión acumulada en su cuerpo. Frente al espejo, mientras se secaba, se dijo que era injusto que Maddox tuviese que dormir en el sofá cama por la tiranía de la madre, y que podrían compartir la cama. Ancha como una plaza de toros, cada uno podía dormir en una esquina sin tocarse, y bien cómodos. Por ello, cuando terminó de secarse, se puso uno de sus bóxer (renegaba de vestir esos interiores regalados a traición), un pijama corto y fresco y fue al baño exterior a hablar con él. No se oía el grifo, así que dedujo que la ducha contraria acabó. Dio un golpe y abrió la puerta sin esperar la respuesta. Y por eso se llevó la sorpresa.

Oye, que pensé que... —las palabras se le esfumaron de la boca al ver al otro saliendo de la ducha, desnudo, todo mojado. Con las mejillas encendidas al punto de derretir casquetes y su amigo íntimo asomándose a saludar, cerró de golpe y apoyó la espalda en la hoja de madera—. Que decía que... que... bueno, que la cama es grande, podemos dormir cada uno en una punta, no tenemos ni porqué rozarnos. Sólo eso.
—Sin esperar a que el otro dijese nada, se refugio en la cama. bocabajo, hasta que su amigo dejó de saludar para poder dormir. Tremenda vergüenza sintió al ver ese cuerpo escultural, tatuado, desnudo y con todo ese agua.
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Mensaje por Maddox P. Helmund Mar Jun 13, 2017 2:33 am

Se dio el gusto de que la ducha durara cuanto quisiera. Tal vez no necesitaba un masaje urgente como su esposo, pero con el tema de su madre, la poca tensión que tenía se hizo inmensa. El agua hizo lo suyo y tras unos minutos, supo que podía salir. El cuarto de baño se inundó de espeso vapor, manteniendo la tibia temperatura por cierto tiempo más luego de cerrado el grifo. Empezó a secar su cabello con una toalla pequeña mientras el resto del agua se evaporaba por simple contacto con el exterior. Maddox tuvo que cubrirse por mera reacción cuando un Kardia algo impetuoso le sorprendió cuando todavía no llevaba nada encima. Aunque no tuviera pena por alguna parte de su cuerpo, siempre el ser visto desnudo, a excepción del exhibicionismo, causaba sorpresa y la respectiva acción pudorosa. Carraspeó y apresuró a secarse, colocándose una toalla más grande alrededor de la cintura - Sí. Está bien - Dijo breve, quedándose sin mayor respuesta al oír los pasos descalzos del menor al alejarse de la puerta, lo más seguro, con dirección a su habitación. Avanzó abriendo la puerta, instante en que se frenó y regresó para colocarse una bata, algo más apropiado para no seguir siendo un elemento que incomodara al menor. Ya bastante con el par de segundos en que había tenido que verle desnudo.

Regresó a la habitación, viendo a Kardia boca abajo, de seguro solo descansando, que era muy poco tiempo para que estuviera dormido ya - ¿Así es como me dejarás que te de un masaje? - Tragó saliva al darse cuenta de cómo podía sonar su frase, aunque no había tenido intenciones de que fuera así. Evitó ahondar en ello o en esperar respuesta alguna y empezó a buscar algunas prendas para usar de ropa de dormir. Al contrario de lo que pudiera pensar cualquiera que viera el cuerpo del tatuado, le era bastante incómodo dormir desnudo. Por lo menos podía arreglárselas con una camiseta y solo la ropa interior si es que el calor acosaba, pero nada menos que ello. Tomó unos slips, shorts y una camiseta, todos blancos. Se le hacía un color naturalmente cómodo para dormir. Fue al cuarto de baño de su propia habitación y salio vestido. Su esposo seguía en la misma posición - Asumiré que ahora debo hacerte el masaje - Mencionó con algo de gracia en su hablar. Tal vez la ducha le había despejado la mente y las tensiones eran cada vez menores. Subió a la cama, colocándose al lado del menor. Sin decir nada, le tomó el pie derecho, apoyándolo en su regazo, empezando a hacer una leve presión en la base, un tanto cerca del dedo pulgar e índice. Al mismo tiempo, el resto de sus manos se encargaban de mantener todo el pie a una buena temperatura, que luego de la ducha esperaba que empezara a sentir algo de frío.

Mañana tengo que hacer compras y mandar a cambiar las llaves de la casa - Quizás hasta le había escuchado hablar con su madre cuando esta llamó, que no había sido del todo discreto al momento de descargarse con ella. Sus manos seguían presionando suavemente los pliegues de los delgados y suaves pies de su esposo. No tendría un fetiche con los pies, pero no podía dejar de admirar lo atractivos que eran, por lo menos a la vista. Podía sentir, en su tacto, que empezaban a entibiarse. Nada peor que pies fríos antes de dormir - Puedes acompañarme si quieres - Ofreció. Que estuvieran casados no significaba que tuviera que estar a su lado por todo, aunque Maddox quisiera que compartieran tiempo juntos, razón principal por la que hacía la sugerencia - De todos modos no pienso demorar demasiado - Añadió a la par que pasaba al otro pie, que el primero ya merecía cierto descanso.
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